martes, 11 de diciembre de 2007

La gente del recuadro


En los días siguientes al referéndum un amigo -que ha seguido desde su pueblo todo este trote con una pasión quizás mayor que varios venezolanos- me hace el siguiente comentario:

-Che, todo bien que ganó el NO a la reforma, está bárbaro; pero te confieso algo, a mí me mata de pena es la mina del recuadro, esa que traduce simultáneamente en lenguaje de sordomudos las boludeces que dice Chávez durante horas.

Y yo me quedé en blanco pensando: “qué comentario más raro este”. Pero así son a veces las cosas que más nos dan alimento para el pensamiento. Ahora, por culpa de este sujeto, tengo obsesión con la chica del recuadro. Ahora ni escucho lo que dice el traducido sino que sufro, vibro, me maravillo con las cosas que hace la traductora con esa materia extraña que ha de transformar.

Por ejemplo, el otro día a Chávez le dio por cantar (cosa que a algunos provoca deseos de ser sordos) y la mujer –allá en el rincón, chiquitica a escala, abajo a la derecha- decidió hacerle la coreografía al “Hoy todo me parece más bonito, hoy canta muy alegre el ruiseñor…”, hasta que llegó un momento en que la tipa abandonó, hizo un gesto de “no sea pendejo nadie” y se cruzó de brazos furiosa hasta que el presidente terminó.

En ocasión de los resúmenes de la alocución que dio el presidente asumiendo la derrota en la madrugada del lunes 3, la chica logró traducir con absoluta entereza la parte de “final de fotografía dice el jockey con gran alegría” (que vaya que no estaba fácil). Pero luego, cuando le tocó traducir las cifras del NO con 50,71 y el SÍ con 49,29, puso cara de “Cónchale, yo que nunca aprendí a dividir con decimales, me vuelvo un culo”.

Y el día en que el Ministro de la Defensa dijo con confiado vozarrón a los cuatro vientos que Chávez era Impresionable (queriendo decir que no era presionable –es que la revolución no sólo es estética, es lingüística también-), la muchacha se redujo aún más en su rectangulito, se hundió de hombros e hizo gesto de: “No vale, qué pena con esa gente, me voy a hacer la loca, yo esto ni lo oí”.

Lamentablemente, no conozco a nadie del gremio de los intérpretes a lenguaje de sordomudos. Me imagino que tienen un estricto sistema de rotación, y cada vez que alguien le toca un Aló Presidente o una cadena presidencial llora lágrimas de sangre, negocia cambiarlo por 10 noticiarios, ofrece una tajada gruesa del salario anual, intenta hacer un trueque con sus aguinaldos, busca una constancia médica para que le den de baja por depresión o para que justifiquen que no puede hacer ese trabajo porque está comprobado que traducir a Chávez somete al traductor a un serio maltrato neurológico.

Igual me gustaría que los especialistas en lenguaje de sordomudos, los dignos habitantes del recuadro, me ayudaran a aclarar algunas dudas que se me van haciendo existenciales:

-Cómo se dirá en lenguaje de sordomudos: “Presidente, mire, a lo mejor esa victoria es pírrica y de mierda y a usted no le interesa ni un poquito porque prefiere lo corajudo de su súper derrota… ¡coño, pero cómo se la están gozando los que votaron por el NO!”

-Cómo se traducirá, si uno es muy meticuloso con su trabajo, a un vocero como William Lara con su verbo sibilante y esas eses que chasquean como delicados látigos hasta en sitios donde no van: “Yo, como miembrosssss de este gobiernosssss bolivarianosssss estoysssss profundamentesssss satisfechossss por la derrotassss obtenidassssss”.

- Y si por ejemplo uno tiene que traducir, ponte tú, a un Alcalde que hable como si fuera Guille el hermanito de Mafalda pero con sobredosis de plomo en el cerebro: “Motodizados mantenedze acuadtedadoz. Nuezto lided madzimo, ed lided fundamentad de la devoduzión se comunicadá con udztedez y gidadá inztrudziones pada ejedzed demostazion de fuedza”.

- (A ver, compartan un secreto, que les juro que no se lo cuento a nadie… cuando habla el Ministro Carreño –aunque quizás hablar no sea el verbo más feliz cuando no se dice nada ni significa nada lo dicho, pero bueno- ese es el momento más divertido del año para Ustedes ¿verdad? Allí se vale todo. Es como cuando a los niños les dicen en la escuela “Al final, en este espacio en blanco pueden hacer un dibujo libre”).

-Cómo se conjugará en lenguaje de sordomudos la primera persona del plural del verbo “adquerir”. Por ejemplo: “Cuando jurábamos haber ganado adquerimos la derrota”.

-Cuáles serán los gestos precisos para decir: Presidente, disculpe, podría bajarse el pantalón y ofrecer la nalga izquierda, es para ponerle este sellito con la fecha de caducidad “Vence en el 2013”. No se moleste, presidente, colabore, mire que para TODOS es mejor eso a que Usted se vaya luciendo en el mismo sitio la huella de una bota militar.


miércoles, 5 de diciembre de 2007

El Referendazo


Me cuenta una querida amiga uruguaya, Paola Perkal, que cada vez que hay un juego importante de la selección en el estadio Centenario de Montevideo, el público despliega una gigantesca camiseta celeste que dice “1950”, en honor a la fecha del inolvidable Maracanazo, asunto al que 57 años más tarde los uruguayos le siguen sacando punta. Paola me lo cuenta con algo de ironía, con un toque de sarcasmo autocrítico, pero algo en el fondo de sus ojos brilla de legítimo orgullo, una emoción silente que se contagia y le provocan a quien la escucha las ganas de sentirse uruguayo al menos por unos segundos. Pase lo que pase, aunque la celeste no gane un mundial nunca más, a pesar de que el Maracanazo sea irrepetible, ese 2x1 contra Brasil en la final, endosado a domicilio, contra todo pronóstico y con absolutamente todo en contra, sobrevivirá al paso de los siglos. Los pueblos y las personas necesitan eso en su historial, poder tomarse una cerveza, ponerse una mano en el hombro –por más que el mundo afuera se empeñe en caerse a trocitos- y comentar “Coño, ¿te acuerdas del día en que fuimos grandes?”.

El domingo 2 de diciembre nos tocó a nosotros jugarnos un partido crucial. Teníamos un equipo raro, pero eso no tiene nada de peculiar porque Venezuela siempre ha sido un equipo raro, y justamente por eso resulta tan entrañable. Nos enfrentábamos a un equipo de puros Materazzi forrados de rojo. En el fútbol hay rivales que no proponen, no construyen, no tienen estilo de juego. Su única estrategia es el saboteo. No saben ni pueden jugar de otra manera. Te responden una gambeta con un insulto, a un pase con una patada a la canilla y cuando te metes al área para cabecear un corner te pellizcan, te halan de los pantalones, te escupen, te dicen asquerosidades sobre tu madre o tu hermana. Hay adversarios que no están interesados en jugar, lo que quieren es sacarte de juego. Sacarte de quicio. Provocarte. Dignos discípulos de una nefasta escuela que ha proliferado –en este terreno de juego como en tantos otros-, la que rinde tributo a la trampita, la del saboteo, la de la jodita y la destrucción. Empeñados en hacer de lo extrafutbolístico un monstruo infesto que salpique a lo futbolístico. Y así te ganan, cuando caes en la trampa, cuando se te vuelan los tapones y de tanto que te hostigan acabas por encajarle la cabeza como un mazazo en el centro del pecho. Tarjeta roja y fin del sueño.

Pero el domingo 2D les metimos un golazo. Y sintieron la punzada, les dejó heridos de muerte. El gol más lindo en años, el más bonito que se recuerde. Fue una jugada colectiva que los dejó regados como barajitas sobre el gramado. Nicolás Maduro quedó sentado en el medio campo, llorando como un enorme bebé bigotudo. Cilia Flores perdió su típica sonrisa dibujada por el desprecio y entonces un cerro de años se le precipitó sobre el rostro. Barreto intentó atravesar su gruesa humanidad pero le colaron el balón bajo las piernas en un túnel prodigioso que no pudo detener ni siquiera lanzando una estocada. Soltaron a los perros de presa de la defensa, Jessie Chacón y Freddy Bernal, pero no les dio tiempo siquiera para desenfundar o de aventurar un hachazo de esos que ellos –como buenos metedores de pierna- son capaces. Enfilamos al arco, entrando un poco orillados hacia la derecha, por los predios de Diosdado Cabello; pero misteriosamente el hombre no se defendió, se apartó, dio un pasito a un costado, nos dejó el carril libre (como si le conviniera más bien el gol en contra). Salió de defensa central, desgañitado con la yugular a punto de estallido, vuelto una furia y con los tacos en alto, Jorge Rodríguez; pero lo dejamos tendido con una gambeta corta. Y entonces nos salió Chávez dispuesto a defender su arco con la propia sangre (aunque primero con la del resto de su equipo y luego, si no hay otro remedio, pues con unas gotitas de la suya). No sé cómo la metimos, sería de taquito, un poco de medio bolea, con las uñas, con los dientes apretados, con la punta del pelo, arriesgando la cara, de culo, con la mano de Dios (que algunos me juran que se escribió con B de Baduel, pero qué sé yo), la metimos exhalando un último aliento, con los arrestos que teníamos; pero entró, pegadita al palo, tan ajustada que casi no entra, pero esos son justamente los goles más hermosos. Chávez quedó mordiendo la grama, con el gusto a tierra entre los dientes, desinflado como un titánico monigote que se pincha hundido de cara al suelo.

El árbitro dio tiempo de recuperación –mucho más del que correspondía-, forjó al partido a prórroga cuando no era necesaria y cuando la prórroga llegó al final y nosotros seguíamos arriba en el marcador exigió que se jugase otra prórroga más. Y otra. Hasta que ya no se pudo tapar más el sol con un dedo. Tibisay Lucena, a pesar de portar un rictus que casi le impedía soplar, dio los tres silbatazos finales. Y Venezuela celebró. Se abrazó con una honestidad, una alegría y un cariño que hacía años que no se lograba abrazar.

Algo me hace pensar que nosotros también dentro de 57 años estaremos desplegando una colosal camiseta que nos cubra a todos: la del 2 de diciembre de 2007, el día del Refrendazo. Porque esa noche del 2D las cosas amenazaban con hacerse planas para siempre, con restringirse a las mezquinas dos dimensiones que exigía la propuesta de reforma; pero milagrosamente llegamos a un amanecer en 3D. Allí ganamos una dimensión más. Cuando más nos quisieron pasar la aplanadora más nos crecimos, nos hicimos más anchos, más largos, ganamos en profundidad. Crecimos en volumen y demostramos una enorme capacidad. Pasarán, pues, muchos años y muchas cosas, y sin embargo, con un orgullo que ya para entonces será parte de nuestros genes (y a pesar de que, como siempre, el mundo afuera seguirá empeñado en caerse a trocitos) compartiremos una birra, nos pondremos una mano en el hombro y nos invitaremos a rememorar ese día en el que, coño, fuimos tan pero tan grandes.



sábado, 1 de diciembre de 2007

Simplemente NO



- Porque no me como, no me he comido nunca, ni me comeré, esa mezcla de morcillas en almíbar, chispitas de chocolate, queso llanero rayado, escorias de plomo y litio en gotas llamada socialismo bolivariano.

- Porque no me olvido del detallazo de que Jorge Rodríguez, actual jefe de campaña por el Sí, era el presidente del CNE durante el referéndum del 2004.

- Porque no me olvido tampoco de que Jessie Chacón, actual jefe de CONATEL, fue el mismo Comandante Gato que acribilló al personal de VTV en el golpe de estado hace 15 años.

- Porque no me gustan las personas ni las movidas acomplejadas, violentas, cursis y la revolución me resulta profundamente acomplejada, violenta y cursi.

- Porque no me gustan los militares en el poder. Son incluso peores –y hay que echarle un cerro de bolas- que civiles impresentables de la calaña de Jaime Lusinchi o Carlos Andrés Pérez.

- Porque no dejaré de sentir un poco de alivio con mi propio juicio cada vez que anuncian –de madrugada, siempre de madrugada- que ellos ganaron con el 98% mientras yo sé que formo parte del irreductible 2% que nunca ha votado por esta mamarrachada ni lo hará.

- Porque no puede tenerse la caradura de andar indignado por la vida gritándole a los adversarios “golpistas, asesinos, conspiradores, cobardes”. La proyección en otros de las propias falencias es siempre cuestionable, pero cuando se convierte en un ritual se hace además patético. Es como si yo reventara de furia en un festival de improperios cada vez que me cruce con un tipo bajito y narizón.

- Porque yo no tengo la más mínima culpa de la alucinación patriotera debajo del Samán de Güere, ni de las taras afectivas apuntaladas por una vida traumática, ni tengo que buscarme de padre adoptivo a Bolívar para paliar la orfandad biológica e intelectual.

- Porque no me gusta y descreo de la gente que te impone un protagonismo permanente y para siempre.

- Porque no creo en su grandísima inteligencia, no me como el cuento de su vasta cultura, porque dudo de sus lecturas.

- Porque no creo que tenga talento para presidente sino para comediante.

- Porque no se calla.

- Porque no se comporta.

- Porque no escucha.

- Porque no piensa.

- Porque esto no es una reforma constitucional, es un delirio. No del Chimborazo, sino uno Chimbo, a secas.

- Porque no hallo otra manera de decirlo: Yo voto No. Y punto.