martes, 4 de noviembre de 2008

El silencio de Godfrey Reggio



Dicen que Godfrey Reggio se pasó 14 años sin hablar. Que a los 14 decidió hacerse monje, hizo votos de silencio y no volvió a emitir palabra hasta los 28. A los 28 sí que habló, pero lo que dijo no sale en ninguna parte. Lo que sabemos es que abandonó el templo, aterrizó sus ideas en blanco y negro, las metió en una carpeta y se fue con ella bajo el brazo a tocarle la puerta a unos tales Francis Ford Coppola y Geroge Lucas. Les habrá dicho, palabras más palabras menos –ya sabemos que el hombre tiende a la economía verbal-: Tengo una película donde nadie habla, la música va a ser de Philip Glass –que espero que acepte pues no he hablado con él-, me voy a recorrer millares de kilómetros buscando los planos y voy a tardar siete años haciéndola ¿Será que me la financian?

Y sí, le dijeron que sí.

Esa película se llamó Koyaanisqatsi (sí, ya sé, uno puede pasarse los mismos siete años aprendiéndose sólo el nombre de memoria), vocablo que en la lengua de los aborígenes hopi norteamericanos significa vida fuera de equilibrio, vida en turbulencia, vida en guerra. Una vida que clama por otro estado de vida. Koyaanisqatsi es una pieza extraña y conmovedora que algunos aventuran encasillar dentro del DocuArte (que es como decir PerroCanino). En fin, una sinfonía audiovisual hermosa y perturbadora donde durante más de cien minutos lo único que escuchamos (y vaya que es bastante, mucho más que suficiente) es la música de Philip Glass.

Una década después Reggio terminó la segunda entrega de la trilogía Qatsi, le llamó Powaqqatsi (vida en transformación); pero también es el nombre que los hopi dan al hechicero que roba energía a los seres vivientes de su entorno a cambio de poco o nada. Esta vez Reggio se recorrió 12 países, se llegó hasta el fin del mundo y quiso dar testimonio de las nuevas metrópolis creadas en esos mismos lugares donde hace apenas unos años tenían sus territorios las tribus que vivían en perfecta armonía con la naturaleza. Un canto angustiado por la globalización de la economía, el mercado y la tecnología: la aldea global que se consuma -y se consume- en una llamarada tóxica.

Finalmente la trilogía se cerró con Naqoyqatsi (2003), término hopi para hablar de la vida en guerra, pero también de la guerra de todas las guerras, del Apocalipsis. El hechicero ha llegado tan lejos que ya no hay vuelta atrás, el mundo agotado y herido no puede más que reventar con furia en un zarpazo. Dos años después de su estreno Katrina le borraba más de la mitad de la cara a New Orleáns, la ciudad natal de Godfrey Reggio.

Y él habrá pensado, aún con más razón que la mayoría: tanto que se los advertí.

Conocí una vez a alguien que se fue a Kampuchea a trabajar de voluntario con unos monjes. Aceptaban a extranjeros de otras religiones, sólo exigían votos de silencio y pobreza. Me contaba que las primeras dos semanas todo bien. Mucha introspección, mucho de ver el mundo como si fuera la primera vez que uno se asomara, mucho recogimiento, paz, oración y balance personal. A la tercera semana comenzó por las noches a escucharse el corazón latiendo. A la cuarta se sumaba al tambor del pecho un redoble de sangre palpitándole en las sienes. No pegó ojo durante semanas. Y entonces se sintió como el protagonista de Corazón delator, el cuento de Poe donde el corazón de la víctima no cesa de atormentar al asesino hasta que este confiesa el crimen.

Hay que pensar en el silencio de Godfrey Reggio: 14 años de mudez autoimpuesta. Todas las palabras ahorradas durante más de 5 mil días. Todas las ideas que fluyeron en más de 120 mil horas. Qué habrá escuchado de su corazón latiendo de 50 a 100 veces por minuto durante casi 7, 3 millones de minutos. Y cuántos le habrá dedicado a decidir exactamente qué carajos les iba a decir a Coppola y a Lucas algún día, cuando se saliera del claustro, abriera la boca y comenzara a hacer su cine libre de palabras.

7 comentarios:

Anónimo dijo...

Regio. En una sola palabra: regio. Tanto la historia de este señor a quien no conocía como la manera en que lo cuentas. Un talento!

Anónimo dijo...

Tu trabajo, la música y el video sin palabras, me llenó de tristeza. Sobrecogedor e inteligente, pero me dejó también " sin palabras", Augusto Herrera.

Anónimo dijo...

Tienes toda la razón: debería callarme un buen rato.

Anónimo dijo...

¡Qué talento el tuyo!

John Manuel Silva dijo...

Esta peli la proyectaron ayer en "Por el Medio de la Calle". Brutal, pana.

Jose Urriola dijo...

Sí, John... la pasaron en Por el medio de la calle, creo que la tercera parte de la trilogía fue la que proyectaron: Naqoyqatsi.
Una belleza, un prodigio, y si la ponen al aire libre en Chacao pues aún más especial.
Un abrazo.

John Manuel Silva dijo...

Efectivamente, Naqoyqatsi fue la que proyectaron. Lo insólito era medir las reacciones de la gente que cuando vio a la gente de Gran Cine poniendo las sillas para proyectar una película, esperaba que pasaran una cinta 'normal'.

Iban, desde el típico sifrino que comentaba "que chimbo, esa peli son solo imágenes aceleradas, o sea", pasando por quien se lo tomaba a broma y decía "ojalá que en Caracas la gente caminara así de rapidito", en fin...

Pero lo mejor era la reacción de la gente que quedaba fascinada con la cinta. Deslumbrados, viendo la pantalla, sin entender muy bien que era lo que se proyectaba ahí, pero sin duda sabiendo que era diferente y maravilloso. Al lado mío se paró una señora a la que se le guaron los ojos cuando terminó la película.