jueves, 6 de enero de 2011

Aries


Sólo hay una manera de querer a Caracas: con la intensidad del crimen pasional.

Sostiene Roberto Echeto que en la plaza Alfredo Sadel de Las Mercedes está enterrado Goldar. Lo sabe –y lo sabemos nosotros gracias a él- porque le sobresalen al robot gigante las antenas que se proyectan hacia el cielo caraqueño. Dicen también que eso que conocemos como la Silla de Caracas, en el Ávila, no es otra cosa que una nave espacial que cayó hace milenios sobre el valle y, con los años, las lluvias y los sedimentos, se fue cubriendo de tierra y vegetación hasta lograr la apariencia con la que le conocemos hoy. Hay quienes aseguran que hay pruebas de que la Atlántida, el continente perdido, se desplazó como una gigantesca balsa de piedra hacia América en tiempos inmemoriales, que chocó y se fundió contra el norte de la masa continental de lo que hoy conocemos como Suramérica. Eso quiere decir que Venezuela es la Atlántida y que los venezolanos somos descendientes directos de los atlantes (échale bolas). Dicen también que en los caminos perdidos de El Ávila, por allí donde alguna vez habitó su castillo ese Victor Frankenstein criollo llamado el Doctor Knoche, hay tótems gigantescos, caras de gigantes, titanes dormidos bajo la roca y la maleza. Y hay quienes juran que la escultura del jardín de Corpbanca, en La Castellana, es la mitad del arma de rayos positrónicos de Mazinger Zeta. La otra mitad, nos imaginamos, está junto a aquellas masas que lanzaba desde el pecho Afrodita.

Y tú dirás que qué tiene que ver todo esto contigo. Pues que tienes un talento y una misión: durante el 2011 habrás de recorrer el territorio, encontrar y despertar a toda esa gente, desenterrarla, convencerla de que necesitamos refuerzos, sumarlas a nuestras filas. Porque tenemos que garantizarnos que en el 2012 este imperio de la maldad y la estupidez tenga asegurada su fecha de caducidad.

Tauro


Desde hace un tiempo, tal vez ni lo hayas notado, has estado caminando con la mirada clavada en el piso. No tiene nada de malo, es necesario que sea así. Vas a toparte con una piedra, una que se te antoja especial entre el mar de piedras que te encuentras a tu paso. La cargarás sin importar el peso y te la llevarás a casa. Al día siguiente te encontrarás con una segunda piedra entrañable, y luego otra y otra más. Te las llevarás todas a casa y las apilarás sobre el suelo de la sala durante semanas. Cierto día escucharás al vecinito que, señalándote con el índice, le grita a su mamá: “mira qué gente tan loca, ahí lleva otra piedra”. Por vergüenza (y para que no te reconozcan) descolgarás una cabeza de toro abominable de esas que te regaló un tío para que la colgaras de la pared del bar y te la encajarás como una máscara. De esa manera, respiras con alivio, seguirás de incógnito cazando tus piedras y trayéndolas a casa. Cuando ya no te quepa ni una piedrita más en la sala necesitarás ordenarlas para que te dejen espacio para caminar. Te construirás un laberinto personal cuya salida sólo conoces tú.

Acudirán familiares, amigos, socorristas, bomberos y policías a buscarte; pero morirán de un infarto al encontrarte sin ropas y con la cabeza de toro puesta en la cabeza. Irán desplomándose sobre el suelo de tu palacio y tú aprenderás a esquivarlos como muebles rotos.

Empezarás a morir de aburrimiento y de soledad. Y se te olvidará cómo llegar a la salida.

Cierto día –estando tú hastiado y fatigado, recostado sobre una de tus paredes de piedra- se aparecerá en casa un idiota con un mecate amarrado a la cintura y una espada punta roma de madera. Él no sabe nada de minotauros, pero se ha leído Crepúsculo y un par de cuentos de vampiros y ha oído que hay que clavarles estacas en el corazón mientras duermen.

Cierras los ojos y te entregas sin ofrecer resistencia. Antes de exhalar tu último aliento alcanzas a escuchar

-Ariadna, ¿puedes creer que el minotauro apenas se defendió?

-Sí, Teseo. Pero no seas imbécil y no vuelvas a repetir eso. Tú calladito. Deja que yo me encargo de echar el cuento.

No te preocupes, en la historia que contará Ariadna tú también, Minotauro, serás mucho más grande.

Géminis


Hace rato que no miras hacia adentro. Se te olvidó. Y eso que en una época lo hacías tantísimo. Pero este año te vas a acordar. Vas a cerrar los ojos y te vas a quedar mirando un rato esa película extraña que se siempre proyecta detrás de los párpados. Esa cosa hecha de manchas, rayas, nubes, burbujas, chispas, explosiones. Todo un universo de cosas que flotan en lo oscuro y que se asoma cada vez que parpadeas, lo que pasa es que ya se te olvidó mirarlo. Cierra los ojos, tómate un tiempo y antes de desesperarte porque la oscuridad agobia -porque tener los ojos cerrados sin estar durmiendo asfixia un poco- recuerda lo muchísimo que venías por estos lugares cuando eras niño. Deja el miedo, adéntrate en la sombra acuosa, reconoce el paisaje y déjate pasear. Mueve las palmas de las manos girando las muñecas, que así es como dominas el aire y vuelas. Volando siempre es más rápido y más sabroso.

Ponle nombres a las manchas que te salen al paso, une a tu antojo rayas y puntos, descubre las figuras y texturas, toca las chispas, lánzate contra las explosiones cromáticas como quien se tira a una piscina y no le importa el platanazo. Déjate llevar a donde quiera que el instinto te lo pida. Reconócete en ese planeta paralelo que habita al otro lado de tus párpados. Sigue por donde te dé la gana, todos los caminos conducirán a casa, allí te estará esperando quien tú sabes.

Quedará de tu parte abrir los ojos ahora o más tarde. Pero te advierto, de ahora en adelante, hagas lo que hagas, cada vez que cierres los párpados volverás a ese sitio y serás consciente de que toda una vida alterna te espera allí. Haz buen uso de la llave ahora que conoces la puerta.

Cáncer


Todo comenzará con una espina. Una ramita de esas que sobresale más que las demás, que se atraviesa en el camino y te muerde la tela de franela a la altura del hombro. Te detendrás y volverás sobre tus pasos, caminando lento hacia atrás, para desengancharla con gentileza. Curiosamente, en vez de zafarte te enredarás aún más. Y más espinas se te clavarán en la piel, en la tela, en la base del cuello. Intentarás librarte ahora con fuerza, tirando con ímpetu hacia adelante; pero sólo lograrás estrellarte de frente contra una enredadera repleta de pelitos urticantes. Patalearás y te retorcerás, lo que hará que se te atoren manos y tobillos entre ramas y raíces. Entenderás entonces que el bosque no quiere que te vayas. Que estás condenado a quedarte y ser parte de él, ya sea por las malas o por las peores.

Los bichos te caminarán por las piernas, la espalda, la cara. Al principio sentirás piquiña y asco; pero luego abrirás la boca y dejarás que te alimenten. Irás tendiendo de a poco una red, un hilo más fuerte que el nylon que te nace de las extremidades y te conecta con las ramas, raíces y espinas a tu alrededor. Nuevas glándulas se formarán allí donde alguna vez tuviste ganglios.

Alguien se acerca por el camino. Tienes hambre que los insectos no sacian. Viene directo a tu red. La boca se te llena de veneno, los colmillos se te alargan y agudizan.

Dicen los que han probado la carne humana que tiene un gusto agridulce, eso escuchaste una vez. Se equivocan. Desearás a veces, sobre todo en los días de lluvia cuando nadie camina por el bosque, poder librarte un rato para explicar exactamente a lo que sabe.

Leo


A menudo te preguntas qué sentido tiene esta vida llena de paranoia, de vértigo, de estómagos estrujados y mandíbulas apretadas. Todas esas horas tratando de conciliar el sueño o de sueños atormentados que no reparan. De qué valdrán todas esas jornadas y jornadas de un estrés inagotable, como si de ese apuro y esa ansiedad dependiera la vida entera. A dónde te va a llevar todo eso a lo que te inmolas día a día. Pues está claro: te va a llevar un punto en que vas necesariamente a implotar. Un fogonazo, el fusible que se funde, el apagón.

Un día, de pronto, después de ese relámpago que lo alumbra y lo apaga todo, el mundo se te hará un lugar aún más extraño. Vas a tener problemas para llamar a las cosas por su nombre, los colores los vas a reconocer porque la onda de los anaranjados se mueve distinta a la de los verdes, perderás la conexión del cerebro con la boca (que tampoco es que la tuviste siempre a tono) te vas a apagar de a poco hasta que te quedes apaciblemente dormido. Ahora te irás a un no lugar donde está tu verdadera misión. No te asustes, sólo allí conseguirás un sentido para todo esto.

Mientras afuera tu cuerpo duerme, tu cerebro se pone en pausa indefinida y tu familia se muere de nervios, tú te vas a adentrar en ese lugar fuera de todo lugar, en ese universo donde están los que prefieren tomarse un descanso de este mundo. Busca a Cerati hasta que lo encuentres y convéncelo de que regrese, que lo estamos esperando.

Despertarán ambos al mismo tiempo, con la pesadez y la torpeza de quien se levanta después de una resaca prodigiosa. Pero al rato, de a poco, ya serán los de siempre. Como si nada, como quien regresa de unas vacaciones en la Polinesia. ¿Dónde estuviste todo este tiempo? ¿Qué hiciste mientras no estabas? No lo sé, no me acuerdo; pero me siento bien.

Volverá, a finales de año, Cerati a tu ciudad, en su gira promocional del nuevo disco, con la música de su ausencia. Reconocerá tu cara en medio de la multitud, se acordarán de lo que dijiste mientras dormían. Y Cerati inventará en ese instante algo más grande y memorable que las gracias totales. Tú sabes que serán para ti, pero serás humilde y no dirás nada.

Virgo


Sin ningún motivo aparente amanecerás un día con la imperiosa necesidad de hacerte la maleta. Mete allí lo estrictamente indispensable. Ni una prenda de más, mete también un peine y un cepillo de dientes con un tubo de dentífrico pequeño. Te mantendrás en vela durante seis días con sus respectivas noches. No es tu decisión ni lo podrás evitar, está escrito, así que acéptalo e intenta relajarte (que igual no servirá de nada). Podrás tomar lo que se te ocurra para inducirte al sueño o meditar, nada te hará efecto ni un poco. Comprobarás entonces cuán parecido es el insomnio a la locura.

Al séptimo día te vencerá el cansancio y dormirás un sueño profundo, como si una mano divina te hubiera desconectado el cable o bajado los interruptores. Despertarás varias horas más tarde como quien experimenta un segundo alumbramiento o como quien se asoma a este planeta por primera vez; con esa sensación de que no sabes quién eres ni dónde estás. Pero esta vez no será pasajero. Los segundos de confusión se convertirán en minutos y ya no serás capaz de conectar los fragmentos y arraigarte a esta tierra. Tomarás tu maleta, allí tirada a un lado de la cama, y saldrás a la calle.

Mira al cielo, allí va un pájaro negro. Síguelo, es el primer paso para llegar a donde deberías estar. La vida te ha dado una segunda oportunidad, un nuevo comienzo desde cero.