jueves, 6 de enero de 2011

Piscis


Tocarán al timbre de tu casa y cuando abras la puerta no encontrarás a nadie. Solamente una caja abandonada sobre la alfombrita de la entrada. Te dará miedo, pensarás que es una bomba, un gato muerto, una mano, un bebé quizás. Pero la curiosidad (otra vez) será más fuerte que tu miedo. Abrirás la caja (con un gancho de ropa, eso sí) y encontrarás una cámara negra de última generación, de esas que toman fotografías y video mejor que cualquier cámara de fotos y videos jamás construida. Sin importar quién la haya dejado ahí ni por qué razón, te acogerás a aquel sabio refrán de “a caballo regalado no se le mira el colmillo”. Además, ese aparato es muchísimo mejor que tu modesta camarita de siempre. Te colgarás el regalo al cuello y saldrás a registrar el mundo con tu máquina nueva. Tomarás las fotos de tu vida, grabarás videos de ensueño y espanto; tendrás tanta suerte en registrar justo lo que deseas en el instante preciso que te confirmará tu idea de que la cámara es mágica; es ella la que atrae las situaciones, el mundo entero se pone en escena para poder ser registrado por tu máquina. Pensarás en todo el tiempo que has desperdiciado con tu vieja camarita a la que le tocará ahora el último rincón de la gaveta.

Llegarás a casa con la convicción de que ahí dentro de tu cámara nueva llevas concentrado el éxito. Basta con extraer esas imágenes y mostrarlas al mundo para que la fama caiga livianamente e inexorablemente sobre ti, que ya te tocaba (piensas tú). Pero cuando descargues las fotos te toparás con la verdadera sorpresa: tu cámara registra precisamente todo lo que no estaba en el encuadre. Es una cámara para los fueras de campo. Te echa el cuento de todo aquello que rodeaba al instante, te hace mirar lo que no estaba, lo que no viste, lo que consideraste desechable, lo que estaba más allá del marco.

Dejarás todo eso guardado allí en tu computadora, quizás sirva para algo más adelante. Hay algo fascinante, perturbador y hermoso en esas imágenes que hoy no entiendes pero mañana quizás sí.

Guardas la cámara mágica en su caja, se la colocas sobre la alfombrita de la entrada del vecino y le tocas al timbre. El pobre abre la puerta y abre la caja, no se da cuenta de que lo vigilas con tu vieja camarita de siempre.


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