lunes, 16 de mayo de 2011

El don de dar direcciones.


Los caraqueños tenemos un sentido de la orientación peculiarísimo cuyo epicentro y grandísimo punto de referencia es El Ávila. Si quieres que alguien camine hacia el Norte, le dices: “subes hacia el Ávila” y si quieres que se enrumbe hacia el Sur: “caminas en la dirección en la que te alejas del Ávila”. Si te interesa que el perdido coja sentido hacia el Este, le dices: “párate enfrente del Ávila y coges hacia tu derecha” y lo mismo si quieres que vaya hacia el Oeste: “¿Ubicaste ya al Ávila? Bueno, pues ahora coges hacia tu izquierda”. Si uno llega a decir cosas como “dirígete hacia el Poniente” las respuestas más probables son dos: “¿Qué carajos es eso?” o “¿Pero tú eres medio marico?”.

El Ávila es la brújula natural, grandotota e indicando siempre al Norte, que le ha regalado la providencia a los caraqueños en una ciudad que no la entiende ni Dios y donde el diablo será incapaz de volver al sitio donde perdió las cholas. Y estoy seguro que los primeros colonizadores caraqueños de los mundos de ultraespacio lo primero que harán es buscar sus taladros subatómicos y tallar en el horizonte un cerro idéntico al Ávila para sentirse en casa.

Sin El Ávila le falta algo a todas las ciudades del universo. Son bonitas pero están incompletas. “Esta ciudad es encantadora, pero yo le pondría al Ávila más o menos por aquí”.

Los caraqueños sabemos en qué momento hemos dejado de ser jóvenes cuando nos cambia el punto de vista. Allí también El Ávila nos sirve de aguja para marcarnos el ecuador entre la juventud y la adultez. Hay una etapa de la vida en la que estás habituado a mirar a Caracas desde arriba, en picado, montado sobre un peñasco o en un mirador de la montaña a centenares de metros por encima de la Cota Mil; pero cuando el almanaque empieza a pasarte factura te acostumbras a mirar al Ávila en contrapicado, desde la comodidad del suelo, allá abajo, y entonces el sedentarismo te permite llegar a conclusiones como las de mi viejo que aseguraba que a lo largo del día El Ávila tenía 17 colores distintos (y los tenía anotados en una libreta, con nombre y apellido a los diecisiete).

Caracas sin El Ávila sería una ciudad de playa, una prolongación de La Guaira al infinito, una cosa como Río de Janeiro o Barcelona pero versión Caribe. Imaginen ustedes las dimensiones de ese bochinche. Sería del tamaño del Ávila pero multiplicado por cien.

Pero yo estoy yéndome al carajo y estoy dando más vueltas que un perdido; yo no venía a hablar del Ávila, yo quería hablar del don extrañísimo de quienes saben dar direcciones. Y dar direcciones en una ciudad donde las direcciones se construyen con cosas como: “Tú subes por la principal de Los Dos Caminos, te vas encontrar con un muro de piedra que tiene una hiedra, ahí doblas a la derecha, pasas el kiosco y luego la primera coges pa´arriba, te encuentras una garita y ahí le dices al vigilante que vas a la calle Los Ocumitos, quinta los Herrarogas (sí, que aquí somos los Herrera Quiroga), y ahí él te explica cómo llegar porque es medio complicado y si te digo por aquí te vas a perder”, eso es indescifrable para alguien que viene de un mundo donde se distinguen las calles de las avenidas y de las carreras y donde todo está debidamente numerado de forma progresiva con los números pares de un lado y los impares del otro. Así que sin el Ávila todos acabaríamos metidos hasta las rodillas en el mar y en ese momento es cuando nos dignamos a llamar: “pana, yo creo que estoy perdido”.

En una ocasión, un momento de esos que te marca la infancia y nunca entiendes por qué, necesitábamos que la mamá de un amigo nos fuera a buscar en una casa en Los Ruices para llevarnos hasta La Trinidad. Y la explicación que le dio el hijo a la pobre madre estaba llena de referencias al estilo de: “donde hace un poco de años había un carrito de perros calientes pero que ya que no está” o “donde siempre cortan la grama en ese jardín que es muy bonito” o “cuando nosotros vinimos hace seis horas había un Fiat rojo estacionado en toda la esquina”. Y lo insólito es que la señora a los 10 minutos estaba tocando la corneta afuera; como si toda esa madeja de despropósitos que le había enumerado su retoño al teléfono fueran todas las señas necesarias para llegar a buen destino.

Así somos.

Mis amigos insisten –y yo de bolsa les sigo haciendo caso- en que sea yo siempre el encargado de explicarle al perdido cómo tiene que llegar. Me temo que alguna fuerza burlona y suprahumana les ha convencido de que soy yo el que tiene que salirse de la fiesta, abandonar el concierto, perderse la mitad de la película porque “fulano, pobrecito, no sabe cómo llegar”. Y, finalmente, cuando el perdido se digna a aparecer no es extraño que me recrimine: “No me traje la cinta métrica, Jose, cómo quieres que sepa cuánto es a veinte metros de la tarima”, o incluso “pero me hubieras dicho que estabas al lado del gordo de la cachucha roja”, o “chamo, pero era más fácil que me hubieras ido a buscar al lado del arbolito” (y señala con el dedo en dirección a un camino donde hay cuarenta).

La última vez que me aplicaron la de “Jose… la pobre fulana tiene rato perdida, por qué no la vas a buscar” les dije: “Sí, voy a buscarla y ya vuelvo”. Y me calé mi concierto solito, en la última orilla, y cuando sonó el acorde final me fui a mi casa sin buscar nunca a nadie. Por cierto que nadie me llamó para preguntar si me había perdido pero sí me dijeron, al día siguiente, “Te perdiste la fiesta en casa de Elia que hicimos justo después del concierto, estuvo buenísima”.

Bueno, dejo el desvarío y sin más vueltas voy al grano. Ayer cumplió un año Gustavo Cerati desde que se nos fue para dar su personalísima vuelta por el universo. Y yo me pregunto si habrá alguien en este mundo que le sepa dar la dirección al pana para que regrese a casa, alguien que le sepa decir: “Gustavo, ubícate de frente al Ávila y ahora camina hacia abajo”; porque se me ocurre que Cerati ahora mismo estará cantando: “no es que estamos demasiado lejos, es que ya no sé volver”.

Yo les prometo que, si alguien se encarga de explicarle a Gustavo las señas, yo me pasaré todo el concierto buscando a los perdidos, perdiéndome con gusto toda la fiesta sin chistar, incluso cuando el loco se asome sobre la tarima después de tanto y diga gloriosamente: “Hola, Caracas… ¿me extraniaron?”


22 comentarios:

Verónica Cento dijo...

Me hiciste emocionar muchísimo. Gracias.

Anónimo dijo...

Doble alegría: Reapareció el blog y esta belleza de trabajo. En verdad admirable tu enlace, Ávila para los caraqueños,las direcciones nuestras,con Cerati. Pero el final me produjo una gran tristeza, Sofía Giusti.

Parsisopola dijo...

:(

Anónimo dijo...

Que casualidad.Hoy estaba en el centro de Caracas e iba comentando precisamente lo de las direcciones, estaba comprando algo y buscandolo por el centro e iba preguntando por la calle y bueno las referencias eran: agarra por ahi mismito y bueno cruza a la derecha y busca a los chinos ellos seguro lo tienen, salvo algunas pocas avenidas de referencia en Caracas de resto son puros puntos de referencias y explicaciones que solo la entiende otro venezolano (a veces me apiado de aquellos extranjeros que viene al pais y se tienen que topar con semejante shock cultural ademas de utilizar nuestro transporte publico que el que no lo ha pateado -en el buen sentido de la palabra-no tiene ni idea de como usarlo), pero si el hecho es que no tenemos ni las enumeraciones ni la capcidad de compartir direcciones con avenidas, calles y numeros.
Sin ir muy lejos pongo el ejemplo de Buenos Aires -no son comparaciones odiosas solo un ejemplo- y es sumamente sencillo moverse en la ciudad ya que te dan tu avenida, numero y listo tan sencillo como eso.
Y bueno que decir del Avila, que no se ha escrito de ese cerro el cual nos hace olvidar -solo por momentos- de la locura de caracas city, me dio mucha risa lo del paso del tiempo, ya que a mi tuve la oportunidad de subir hace poco a los 5 picos del avila y bueno con eso de ver a caracas desde arriba y con el paso del tiempo solo desde abajo (salvo teleferico y quien dijo que no se podia subir a sabas nieves con edad) me da motivos suficientes para ir religiosamente al avila y admirar caracas city desde arriba.

Kira Kariakin dijo...

Una belleza Jose... En Dhaka que era plana y sin nada que lo ubicara a uno, mi esposo Lino le vivía dando direcciones a la gente como ésta: Agarras la av. tal yendo hacia el este y luego cruzas en la primera hacia el norte donde etc... Todo el mundo se le quedaba viendo tipo ¿de qué me estás hablando?, porque nadie tenía idea de norte o este en esa ciudad, y yo sólo le recordaba a él cuando me las daba a mí que allí no había Àvila y luego le decía ¿es por dónde se para siempre el señor a vender las cestas? o por el estilo...

Ay y sí ojalá alguien le comente a Cerati, mira panita, es por acá que te regresas. Ojalá.

labertolutxi dijo...

Caracas sería un reto para mí, que me pierdo a la salida de los baños por que me voy en dirección contraria.

Después de dar un curso de orientación , me aclararon que es algo innato, como la música o la pintura, aunque se puede mejorar y mira que me resisto a comprar un GPS, me parece como hacer trampas.

Genial! saludos.

Anónimo dijo...

Ojalá alguien pueda decirle cual es la vía para volver... Lo necesitamos aquí con nosotros...

Miguel Yanes

Ainara Mantellini dijo...

Lo verás volver...

mafe russa dijo...

Mi primera lagrimita del día. Extrañamos al flaco!

Lorena Beatriz dijo...

Hola Primo,

Definitivamente sin El Avila , Caracas no serìa nuestra adorada ciudad ! que bien describes nuestra poco ortodoxa manera de dar direcciones... y un año ya con Cerati asì, ojalà el pana encuentre la direcciòn o un mega GPS que lo guie.
Besitos mi Jose

IERL dijo...

Cerati, se perdió, nos dejó como huerfanos, y un poco sin dirección tambien, y se perdió aqui en ésta ciudad, quizá desde donde esté no se ve el Ávila.

Que tristeza brother.

IERL

Lin dijo...

¡Ay, José! ¡Qué belleza!
Gracias...

Julieta Buitrago dijo...

¡Qué belleza de texto! Yo me pierdo sin mi Ávila. En cuanto a las direcciones, siempre he sentido que no hablo el mismo idioma que mis ¿conciudadanos? (se oye como rojito el término)
Pero acabas de darme la explicación, usaba el lenguaje equivocado; siempre utilicé los puntos cardinales como referencia: “del lado norte” “la acera oeste” y nadie me entiende!... de ahora en adelante… Brujulávila! Jejeje

Olga T. Gibzález Y. dijo...

Hola Jose...
Ni te cuento donde tengo yo el sentido de orientación: Ni dar señas, ni seguirlas. Parece que me muevo siempre en espiral, para todo. Perdida y todo como soy, El Ávila me ha dado cierto apoyo, y digo cierto porque a veces tengo que dar alguna que otra vuelta sobre mi misma para ubicarme y ubicarlo. Algo me tranquiliza el sentir que estoy menos perdida por dentro que por fuera.


Gracias por recordarme con este post que, al final, todo queda AHÍ MISMITO...como ahí mismito está el afecto que te tengo aún a la distancia...B-sos, Olguita

María Antonieta Arnal Parada dijo...

Muy bueno. Me encantó.

Anónimo dijo...

Holla su espacio online es muy hermoso,es la tercera vez que vi tu pagina, bon trabajo!
abrazo

Olalla dijo...

Me consuela saber que toda una ciudad anda como ando yo, aunque no sea la mía.

Me consuela leerte, a veces.Otras me perturba; otras me da risa; incluso me pone triste a veces.

Con todo, siempre me gustas mucho, Jose. Siempre es rico, como tú dices, tener un punto de referencia. Una suerte.

the goddamn devil dijo...

ay el Avila... generalmente ese es una especie de amigo el cual deberia ver mas de lo que lo hago, debe ser por eso que me siento perdido mas de la cuenta...
y eso de las direcciones es una vaina seria, una vez me perdi buscando la casa de una muchacha y cuando fui por esos lares me dijeron algo como "te acuerda de cuando te perdiste??? bueno un pelo mas alante" porque este es el unico pais del mundo donde el pelo es una medida, tanto de distancia como de peso como de volumen...
pero bueno como usted dice estimado... asi somos...
saludos maestro un placer leerle

Anónimo dijo...

Y Ud posee el "don" de contarnos cosas bellas,C.Casano

El Buruso dijo...

De un blog a otro blog volví a pasar por aquí evadiendo un tigre que debo redactar muy a mí pesar. Alguien escribe un tigre, otro lo mata.

Llevo un año soñando un proyecto a través del cual pediría a tanto caraqueño allá afuera la descripción del curioso momento en que, en otra ciudad, de pronto echaron en falta El Ávila.

Como no sabía qué dirección tomar, le di cuerda a otro blog, tan sólo para probar, pero sobre Cerati.

Allí, al viejo Ray le robe unas piezas para atravesar un texto que escribí sobre el jardín de la USB.

Me pareció tonto no compartirlo contigo:
http://ceratincidente.blogspot.com/2011/05/un-satelite-en-carne-viva-primera-parte.html

De pronto, uno extraña perfiles que jamás conoció.

La Perfecta dijo...

Ya sabes que a Buenos Aires le quedaría bien a la altura de Belgrano.
;)

josé rangel dijo...

Es muy difícil no sentir una gran emoción, al leer tu escrito, cuando se es un enamorado del gentilicio caraqueño, consecuencialmente enamorado de ese maravilloso cerro, que nos surte a diario de imágenes espectaculares.
Felicitaciones